jueves, 28 de julio de 2011

Shepard's Pie












por Mar Go

-Flaca... ¿Hoy te vas a hacer de una vez por todas ese pastel de papas que venís prometiendo hace más de seis meses y que, por lo visto, en tu lista de Cosas que tengo que hacer estaría figurando casi al final, luego de "transar con un pony" y "tatuarme el logo de Everlast en la pantorrilla derecha"?- me preguntó el hippie desgarbado con remera batik al que apodábamos Day Tripper, acomodándose las crenchas de su mugrosa cabellera detrás de sus menos presentables orejas. Por aquellos días yo era la cocinera ad honorem en la granja de rehabilitación de drogadependientes "Felices sin Sustancias", un puesto por el que había batallado con uñas y dientes. Mi deber era servirles las cuatro, cinco (a veces nueve) comidas diarias a los internos (no a todos, sólo me encarcagaba del departamento "Needles and Pins" en el que se trataban personas adictas a la heroína).

-Hoy es el día, Day. Haceme un favor, comprame un kilo de carne molida especial.

-Disculpame, Mar Go, pero ahora mismo tenemos un partidito. Competimos contra los cocainómanos que se las traen ¡Andate al pueblo en bicicleta! Como mucho vas a tardar una hora y cuarenta minutos.


La idea de cruzar la ruta pedaleando con la posibilidad de que me roben, me violen, me apuñalen 113 veces y me saquen la cabellera para venderla como extensiones revoloteaba por mi mente como pterodáctilo sobre la ciudad de Bedrock. Pero el pastel de papas se había convertido en el Santo Grial para una horda de yonquis. En un parpadeo ya estaba montada en la bicicleta con Joan Baez sonando en mi walkman como única compañía.


El camino era empinado, pero mi voluntad férrea. Sorteé exitosamente varios motoqueros libidinosos que describieron con precisión quirúrgica lo que iban a hacer con cada parte de mi atlético cuerpo (yo era una gran jugadora de voleibol, en ese entonces mi remate y la manera en que los shorts resaltan mi trasero no tenían parangón, llegaron a compararme con Nancy Allen en Carrie) en el caso de caer en sus marginales garras. Pero hubo algo en la trayectoria que me hizo olvidar de los motoqueros, del pastel de papas y de la capital de Noruega: un buenmocísimo militar parecido a Burt Lancaster con el que hubiese hecho toda la clase de porquerías descriptas por los malvivientes de no haber estado cortado al medio como estaba.


-Hay problemas, señorita. Aléjese de aquí- me advirtió la mitad de aquel agonizante soldado rubio antes de que su alma se elevase al cielo para procurar desde allí mi bienestar hasta el fin de los días.


¿Será necesario decirle al lector que hice caso omiso de su advertencia? ¿Sí? ¿No? Bueno, hice caso omiso de su advertencia. Seguí cual miguitas de Hansel la estela de sangre y vísceras que el soldadito había dejado. El final del largo recorrido era un galpón enorme que reconocí enseguida, (en la preparatoria había tenido un novio astronauta llamado Frank Poole. Aprovecho para enviarle cariños si está leyendo esto). Me encontraba ante el Área 51, sin lugar a dudas.


Me precipité sin temor en el edificio, no sin antes aparcar correctamenta mi bicicleta y asegurarla con una cadena. Una pila de cadáveres mutilados se extendía antre mi cristiana mirada, y sobre ellos, un mamboretá de dos metros de azul metalizado correteaba como pancho por su casa. Raudamente, saqué de mi cartera un insecticida que me había regalado mi abuela Kate en mi vigésimo segundo cumpleaños y lo arrojé con presteza al alienígena con el mismo movimiento corporal que una realiza cuando quiere tirarle un pedazo de carne o un boomerang a un pichicho. Tuve suerte, el bicho atrapó el tubo entre sus mandíbulas mecanoides y se lo mandó como si fuese una molleja. Pasó para el otro lado en cuestión de segundos.


Más tarde me encontraba en el almacén del viejo O'malley comprando un kilo de carne molida especial con la que esa noche hice un exquisito pastel de papas que los reventados famélicos acabaron en minutos. Eso sí, no me pregunten por la capital de Noruega.




Nevada, 1979


martes, 26 de julio de 2011

The Little Box












por Mar Go


-Señorita, nos va a tener que acompañar- me dijo el hombre de impermeable rascándose la barba de dos días que le daba un aire a detective divorciado con una negrísima visión de la vida y que ya no podía distinguir el bien del mal, que es precisamente lo que era.
-De acuerdo, señor...
-Howard Johnson.
-Señor Jones, permítame que vaya por mi abrigo y estoy con ustedes- a Howard Jones lo secundaba un tipo tan tosco como él, pero en el fondo de sus abismales pupilas se adivinaba una infancia rica en turrones de quacker y manzanas acarameladas.
-Johnson, el apellido es Johnson.

La morgue nos daba la bienvenida con su asepsia y los acordes que venían de una radiecita que ayudaba al enfermero afroamericano a evadirse del frío y de los cadáveres. Sonaba "In the Mood" de Glenn Miller y sus Truhanes, ni bien entré a la sala mortuoria no pude evitar zarandear ligeramente las chancletas inadvertidamente. Howard Jones ordenó al negro que apagara el aparato y que trajera el cuerpo de la occisa de un modo poco amable. Su partenaire inspeccionaba minuciosamente cada milímetro cuadrado de mi anatomía con ojos desencajados. Decidí tomarlo como un halago.
-Aquí está la muchacha- dijo el oscuro enfermero con la misma entonación con la que una le pide 200 gramos de salame milán cortado en fetas finitas, y si puede ser, que le saquen el film que los cubre así cuando una se los come no tiene que andar sacando tirita por tirita, lo que no sólo hace más tedioso el proceso de llevarse una feta a la boca o al pan sino que también le quita el placer inherente al rito de la alimentación.
-¿Ésa es la muchacha?- pregunté con la mirada incrédula al ver que una veinteañera entraba perfectamente en una cajita de Tres Patitos.
-Es lo único que encontramos de ella, señorita Mar Go- me dijo Howard Jones levantando los hombros- Ahora bien, le vamos a pedir que examine cuidadosamente los restos y nos diga si son de Susan.
-Abran la cajita, nomás. Pero pónganmela cerca que me olvidé los lentes para ver de lejos- El enfermero abrió la cajita de fósforos como quien se dispone a sacarse un orégano del diente. Vi los dedos índice, mayor y anular con las uñas pintadas de un carmín intenso. El color preferido de Susan para salir a parrandear- ¡Es ella, es Susan! ¡ES SUSAAAAN- grité con cierta sobreactuación, lo reconozco. Porque las probabilidades de que tu adorable y rubia compañera de cucheta, cuyos padres le llenaban el trasero de felicitaciones y cheques cada mes, se encuentre con un grupete de psicópatas que parecían niños bien, pero que en realidad, de tanto leer porquerías se convirtieron en unos enfermos con ganas de diseccionar rubias adorables y usar su intestino delgado de bufanda por unas horas, (si es que el largo alcanzara para todos) y cortarla en pedacitos para comer algunos, vaya a saber cómo, si a la provenzal y rebozados o simplemente a la plancha y después ver que le dejaron solamente tres deditos, (vaya a saber Alá qué diantres hicieron con los otros) y que una vea esos tres deditos, ya medio violetas y demostrarle al mundo que no le deseabas para nada que una colonia de leprosos la violara hasta el hartazgo sino que te cae como un baldazo de agua fría son de una en un millón.
-Gracias- me dijo me dijo el hombre de impermeable rascándose la barba de dos días que le daba un aire a detective divorciado con un negrísima visión de la vida y que ya no podía distinguir el bien del mal, que es precisamente lo que era, mientras su tímido compañero que todavía no me había dicho ni su nombre aprovechaba para ponerme sus manos por el talle como si no le hubiesen enseñado que para consolar a alguien no hay que ponerle las manos en el talle sino en el hombro o en la espalda, pero que a mí me dio lo mismo y lo dejé hacer porque creí que le venía bien sentir las carnes firmes de una universitaria de clase media alta y que quizás más adelante le permitiera hacer más cosas si se portaba bien, me llevaba al cine a ver una que no tenga tiros ni persecuciones- Eso es todo, señorita.


New York, 1975.

miércoles, 13 de julio de 2011

El Problema de todo Director de Orquesta















por El Pájaro Gómez



A menudo los directores y los orquestadores nos enfrentamos al legendario problema de la cacofonía incompantropológica. Muchos iniciados e incompetentes no le prestan la menor atención a este dilema de severa importancia. “Nadie con un oído de esta galaxia se dará cuenta” argumenta la novatada directoril, y en parte esa oración está justificada. Pero, queridos aprendices, si la perfección obsesiva pseudofantasticoide está en ustedes deben llevarla a su máxima expresión. El camino es difícil, queridos míos, pero permítanme contarles cómo he llegado a superar la odiosa cacofonía incompantropológica.









Hace unas décadas, mucho antes de comenzar mis clases de mandolina (que más tarde me llevaría a tomar clases de composición para seguir luego con mis estudios avanzados de dirección y orquestación), yo era un gran decorador de interiores, lo que me permitía tener un sentido visual maravilloso de todos los elementos que me rodeaban, ausente en la mayoría de los directores de orquesta. Verán, oh jovencitos, no pueden tener una alfombra azul con sillones de pana verde oliva, tal cosa sería una aberración a los ojos, los órganos más importantes después de los oídos, mis alumnillos.









La cacofonía incompantropológica está causada por la incompatibilidad músico-instrumento de la que tanto hablaba el profesor Prospien, licenciado en todo tipo de ciencias no funcionales. El texto del Doctor y Profesor Emilio H. Prospien La cacofonía Incompantropológica, el Stop-motion y la Animación Computada fue para mi un hallazgo magnífico. Por fin alguien (yo) seguía sus sabios y músicocientificatalógicos consejos, porque no debe ser nada intrascendente una palabra con dos acentos, pensé. E.H. Prospien puso la piedra fundamental para que yo completara su cruzada. Me enorgullezco en presentar mi catálogo de relaciones musicoinstrumetálico. Un documento de suma importancia que cambiará la percepción pseudosonoricovisual que tanto he señalado con el codo.








Sí, sí. El agarre es correcto. Pero esa remera de mangas largas color petróleo no pega ni llega con el violín.






El Director: Hay varios estilos, tamaños, formas y todos son convenientes, salvo el modelo B-37 que combina calvicie con trenzas enlazadas. El modelo más recomendable es el de cabello enmarañado y canoso, barba candado, y monóculo en el ojo derecho. Debe tener unos abdominales desarrollados que le permitirán saludar al público haciendo un ángulo recto cuya base son sus piernas y cuya altura es el resto del cuerpo.







Violín Solista: El violinista deberá contar con piernas largas y un poco más anchas que su antebrazo. Debe ser joven y muy tímido salvo cuando comienza a ejecutar la obra. Debe tener cabello largo atado con un lazo negro, también se le recomienda ejercicio abdominal por las cuestiones protocolares ya citadas.







Primeros Violines: Deben ser interpretados por seres andróginovirginales de estatura promedio, una característica esencial es que deben ser raquíticos. La edad no es importante, al menos en este borrador.







Segundos Violines: Pueden ser personas no tan andróginovirginales, ni de estatura tan promedio, pueden no ser muy raquíticos. La edad definitivamente no importa en esta versión preliminar ni en los catálogos más sofisticados, inexistentes todavía.



Violas: El ancho de la cara debe ser el resultado de la resta entre el largo de manos por la suma de los perímetros de ambas fosas nasales dividido la separación entre ceja y ceja. En caso de tener las cejas unidas no se lo aceptará como violero de ningún modo.









Violoncelos: El factor determinante a la hora de elegir los cellistas adecuados es que deben tener el labio inferior cubierto en su totalidad por el labio superior sin necesidad de fingir tal expresión dolorintelectuáldea.









Contrabajos: El dorso de la mano del contrabajista debe estar cubierta de bello, no así sus dedos, que deben presentar una terminación cuadrada. A diferencia de los violeros, se recomiendan contrabajistas con las cejas unidas. Más datos se pueden encontrar en mi ensayo Similitudes entre el Contrabajo y el Desempleo.









Arpa: Debe estar interpretada por una preadolescente de raza nórdica o con predominancia de la raza nórdica sobre las otras que la jovencita presente. El largo de sus cabellos deben medir exactamente los ¾ de la cuerda más larga de su instrumento.









Clave: Es esencial que el intérprete use una peluca, maquillaje, un lunar falso y puños de manga con volados. Debe fingir una mezcla de desasosiego, elegancia y mal de Parkinson.









Mandolina: Su ejecutante debe tener nacionalidad griega o italiana. Puede ocultar una rosa y una camisa blanca bajo el traje uniformado de la orquesta. Es el único miembro de la orquesta que puede no tener la piel tan blanca.









Piano: El intérprete debe tener mas ego que el director de orquesta y será manifestado mediante determinados movimientos y gestos.









Oboe: Se han generado muchas discusiones sobre el intérprete del oboe, aún no he llegado con mi plantel de colegas pagos a una determinación inamovible. Creemos que podría ser un hombre de unos veinte años con barba y modales afeminados, aunque también podría ser una joven con nariz de dorso cóncavo.









Corno Inglés: A pesar del nombre que determina una nacionalidad fija, puede ser muy bien usado por un galés, un escocés, un irlandés, o un australiano noble, siempre y cuando tenga una nuez de adán prominente.









Flautas: Las flautas traversas deben ser interpretadas por niñas entre once y catorce años de raza nórdica y particularmente atractivas.









Piccolo: Su intérprete debe ser un pelirrojo con sobrepeso y deberá estar peinado con una raya al medio.









Clarinetes: Pueden ser interpretadas por jovencitas nórdicas de singular belleza con una relación de parentesco directa con alguna de las intérpretes de las flautas traversas. Aunque no se deshecha la idea de una intervención judeoklezmmérica.









Fagotes: La expresión permanente de su cara debe transmitir una furia inconmensurable de la que sólo puede librar una milésima de la misma. ¿Muy complicado? He aquí otro test infalible: el pelo que sale de su nariz debe ser canoso, pero no el de la zona occipital.









Trompas: Hombre gordo, mejillas rosadas, mirada perdida, alcohólico en recuperación. Dato: Una vez que el trompista se haya recuperado de su alcoholismo no podrá ejecutar la trompa. Es un tanto obvio, aunque después de tantos años de docencia ya no me sorprende nada.









Tuba: Lo que en el trompista es sugerido o evidente aquí aparece subrayado. La obesidad es desbordante. El rosado abarca no tan sólo sus mejillas. Se recomiendan ancianos artereoescleróticos y padres abusivos.









Trompetas: Deben tener un grupo sanguíneo que nade más tenga en su familia, salvo por el cuarto hijo. Sus columnas deben presentar un severo caso de escoliosis y sus manos deben estar hinchadas como dos globos. La proporción de sus cuerpos deben tener seis cabezas.









Trombones: Los tendones de su mano deben tener un ligero paralelismo y deben estar surcados por venas azules/verdosas. Deben tener las rodillas apuntando contra sí mismas. Se recomienda prudencia a la hora de verificar estos datos.









Timbales: La proporción del cuerpo debe tener ocho cabezas y media. El ancho de las caderas debe ser el mismo del perímetro de uno de los timbales dividido su amplitud maxilar elevado a la cuarta potencia menos el cuadrado de su número de calzado. Su pelo debe ser castaño ceniza.









Bombo: Debe tener afinidad con los trompetistas y con el de los platillos. Su piel debe tener manchas.









Platillos: Debe tener dos entradas pronunciadas de cabello de modo que formen una "V", su cabello debe ser negro con brillo azulado. Debe simular afinidad con el del bombo.









Xilófonos: Debe tener la nariz enrojecida a causa de un resfrío y el ojo izquierdo lloroso por el mismo motivo. Queda prohibida la ejecución de este instrumento a manos de un hindú.









Marimbas: Se procederá a la destrucción inmediata de cualquier marimba que se encuentre, como así también al homicidio de su intérprete.







Glockonspiel: Curiosamente, éste es otro instrumento para una niña, pudiendo ser de cualquier raza europea excepto la judeoafgana. Debe estar entre los 10 años y seis meses y su 11avo cumpleaños. Puede tener alguna discapacidad.









Campanas Tubulares: Le corresponde a un anciano barbudo con buena salud psicomotriz, el mismo debe clavar la vista en el vacío en el momento de ejecutar su instrumento. Puede ser reemplazado a último momento por algún indigente aseado.









Gong: Descartada la hipótesis de uno de mis colegas por la cual el gong debe ser golpeado por un japonés de 25 años, se decreta que debe ser ejecutado por alguien sordo con mirada vacía, sin importar su raza, salvo que esté bronceado, sea un aborigen o un negro africano quien de ningún modo podrá ser parte de una orquesta.





El Vaso Ruso #1, Agosto de 2006